Noches azules como esta,
¿hasta cuándo serán . . .?
Noches románticas
como las que hacían presagiar
esas dulces canciones
que, en medio de la pobreza,
ayudaban a soñar
y a esperar . . . !
Cuando el sol radia
sin clemencia
vánse las sombras ligeras
a alcanzar y entrelazar
seres y cosas,
donde la vida transcurre.
El mundo sin conciencia,
es un precipicio abisal;
una extraña partitura invisible
donde el ser
compone con tristeza
sus días de rutina;
su alegría,
dulce y pura.
Sería alentador
oir viniendo a nuestro encuentro
la risa de la amada;
ya sin requisitos,
sin luchas y sin esfuerzos;
regalarnos el mirlo curioso
de sus inquietas palabras;
atesorarlas sólo un instante
dentro nuestro,
y volver a ver el mundo
diferente,
hermoso,
(como debe ser)
gracias a ella.
Al caer la noche,
con el poco de vida
que nos queda,
se sumen todos
en su abismo personal;
encienden
su pequeña deidad
para que arda hechizada
ante sus pupilas alucinadas,
la imposible distancia del amor,
que, ni caricias, ni besos,
ni sentidas palabras
podrán abreviar jamás.
En los ojos
riela un horizonte de sueños,
un sol enfermizo
hundiéndose y
multiplicándose
en los vidrios rotos
de mil anhelos,
que siguen en caravana
semejante a un resol,
terrible desierto
que no cesamos de caminar.
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